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Quinto Domingo del Tiempo Ordinario


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Reflexión del Evangelio

¿Cuántas veces en la jornada laboral nos hemos decepcionado, trabajamos mucho, nos cansamos y pareciera que no avanzamos nada? Qué decepción nos embarga cuando esto pasa, nos lamentamos diciendo, lástima de cansancio. Y, a empezar de nuevo. Algo parecido le pasó a Pedro en su jornada laboral, había sido inútil el esfuerzo. De tal forma que, cuando Jesús le dice que navegue de nuevo mar adentro, Pedro le dice: “hemos trabajado toda la noche y ha sido en vano. No hemos pescado nada. Pero, confiando en ti, lo haré”. Y se obtuvo el resultado de la pesca milagrosa. “Y pescaron tal cantidad de peces, que las redes se rompían” (Lucas 5:6).

La respuesta de Pedro fue impetuosa y se arrodilló ante Jesús: “Señor, apártate de mí, que soy un pecador. Dios siempre se adelanta, y siempre nos espera. Jesús es el Señor, es la manifestación de Dios, y por ello Simón Pedro piensa que debe de haber una distancia entre el pecador y el Santo. Y es por su condición de pecador por lo que Jesús no se aleja de él. Si eres pecador, el Señor te espera aún más” (Papa Francisco). ¿Por qué será que la bondad y la misericordia de Dios nos asustan? Pedro, en lugar de correr y abrazar a Jesús y darle las gracias, le dice; “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador” (Lucas 5:8). Sin embargo, la respuesta de Jesús es atrayente: “No temas; en adelante serás pescador de hombres” (Lucas 5:10). ¡Señor, quédate en mí, aunque soy pecador! ©LPi

 

Notas de Misa

General

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