Reflexión del Evangelio
El Señor Jesús vive y de ello damos testimonio porque hemos sido testigos de su Resurrección. La presencia del resucitado llena de alegría todas las cosas y al mundo entero. ¡Ha cumplido su palabra; está vivo! “Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó. Pues no habían entendido todavía la Escritura: él debía resucitar de entre los muertos” (Juan 20:8-10). Jesús ya nunca volverá a morir, ¡Cristo Resucitó! ¡Verdaderamente Resucitó! ¿Crees esto? Es el saludo de este gozo pascual de este Domingo de Pascua.
Todos los bautizados debemos de estar alegres porque, por el hecho de ser bautizados, somos hijos e hijas de Dios, herederos del cielo, miembros de la Iglesia y por lo tanto estamos llamados a resucitar con él. Sin embargo, debemos estar conscientes que esto no ocurrirá de modo rápido y como apretar un botón mágico. Hay que trabajar en ello; debemos de poner nuestro esfuerzo en mejorar cada día. Hay que acercarnos a la intimidad de Dios por medio de una relación personal con él y a través de la oración y los sacramentos. La salvación ya está realizada; solo nos toca a nosotros aceptarla y seguir caminando con fe y gozo. Este es el gran regalo que Jesús nos da: salvación, gracia y amor. ¡Aleluya! ¡Felices Pascuas de Resurrección! Dejemos que Jesús nos acompañe en el camino y que su presencia en la Eucaristía nos consuele cada vez que lo recibimos. ©LPi
Notas de Misa
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