Reflexión del Evangelio
Algunos de los seguidores de Jesús no pudieron creer lo que les dijo. Era demasiado para ellos: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Juan 6:55). A pesar de que Jesús lo explicaba de muchas maneras, algunos decidieron abandonarlo. Él no hizo nada por detenerlos, los dejó libres respetando su decisión. Después de esos acontecimientos de abandono, Jesús pregunta directamente a los doce: “¿Quieren marcharse también ustedes? Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6:67-69). Ahora, en la realidad que vivimos tan llena de ruido y modernidad, ¿sabemos a dónde vamos, a quién dirigirnos? Pedro, lo supo y el deseo de la Iglesia es que sepamos que solo Jesús tiene palabras de vida eterna. Y que su Pan de Vida se nos da gratuitamente en la Eucaristía.
“La Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de división. ¿Quieren marcharse también ustedes? (Juan 6:67): esta pregunta del Señor resuena a través de las edades, como invitación de su amor a descubrir que sólo Él tiene palabras de vida eterna (Juan 6:68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a Él mismo”. (Catecismo de la Iglesia Católica, numeral 1335). Hagamos la prueba y veremos qué bueno es el Señor, como nos dice el Salmo de la liturgia de este domingo.
©LPi
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