Reflexión del Evangelio
Si pudiéramos recordar nuestro propio Bautismo, tal vez sentiríamos algo muy especial sobre la invitación de Dios a sentirnos predilectos hijos e hijas amados por Dios. Ahí, en la pila bautismal, ese día tan especial, recibimos el Espíritu Santo. Ojalá, hoy estemos dispuestos a escuchar en nuestro corazón las mismas palabras que Jesús escuchó en el Rio Jordán: “Tú eres mi Hijo, hoy te he dado la vida” (Lucas 3:22). Pidamos al Señor que nos ayude a sorprendernos y llenarnos de asombro y alegría, con las cosas pequeñas que Dios pone en nuestro camino cotidiano; sabiendo que el Espíritu Santo nos guía y lleva a tener una relación personal con Dios.
De cada uno depende que la semilla sembrada el día de nuestro Bautismo germine y crezca, dando frutos en abundancia para el bien propio, de la familia y de la comunidad. La vida entera de Jesús fue ser reflejo del Padre y hacer su voluntad; siempre fue su prioridad. ¿Qué hago yo para para reflejar que Dios existe en mí? ¿De qué modo hago su voluntad en mis acciones? “El Bautismo es el más bello y magnifico de los dones de Dios… lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay” (Catecismo de la Iglesia Católica, numeral 1243). Señor, abre mis ojos y mis oídos a tu Palabra para escuchar tu voz y poner en práctica tu amor. ©LPi
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