Reflexión del Evangelio
¿Dónde está la presencia cercana y misteriosa de Dios en mi vida? ¿Dónde palpo esa relación de Jesús amigo cercano a mí? Estas preguntas nos pueden ayudar a comprender el misterio de la Transfiguración de este segundo Domingo de Cuaresma. Pedro, Santiago y Juan fueron testigos oculares de una presencia de Dios diferente a la que vivían todos los días con Jesús. De alguna manera, con esta experiencia se abren sus ojos y reconocen que con Jesús está presente el mismo Dios. Es por eso, que, Pedro desea quedarse para siempre en ese lugar: “Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Pero no sabía lo que decía” (Lucas 9:33).
Hoy es un día para abrir los ojos y dimensionar la grandeza de este gran evento en la vida de los discípulos, y también, en la vida nuestra. Jesús se transfigura para ellos en el monte y para nosotros se transfigura en cada Eucaristía, donde el pan se transforma en el Cuerpo de Jesús y el vino en su Sangre. Sin embargo, sin los ojos de la fe, no nos daremos cuenta de la presencia real de Cristo entre nosotros. Pensemos, en ¿qué otros momentos Jesús se ha transformado ante nosotros y hemos descubierto la presencia misteriosa de Dios? El Papa Francisco nos ayuda con lo siguiente: “El Padre proclama a Jesús su Hijo predilecto, diciendo: Escuchadlo. No podemos olvidarnos de escuchar a Jesús”. ©LPi
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